martes, 27 de noviembre de 2012

Hay en noches como esta


En noches como esta hay una luna con manía persecutoria.

Mendigos durmiendo en la plaza de Ópera. Chicas dejando huella en sus copas, y haciendo cola en la entrada del baño. Chicos fumando en la puerta y gatos en los tejados.

Hay canales que venden mentiras, señoras preguntando el futuro. Mercados de soledad, marcas de pubertad, consecuencias.

Hay almas buscando regazo, perdiendo dinero al póker, niñas que se suben las bragas, perros ladrando.

Hay besos en los portales, miradas a punto nieve, cenicientas muy pasadas y novelas  de Bukownsky.

Hay Principitos canallas, pastillas para dormir, pérdidas de inocencia.

Hay  palabras en la sala de espera.

Hay trenes que salen, mentes que explotan; hay política en los labios con alguna palabrota.

Hay parejas en la cama, que se llenan de versos. Callejones oscuros, madres en vela, niños soñando. Sombras, tabaco.


Yo fumo en la ventana y todos,

esperan un amanecer nuevo.

Qué Madrid más absurdo.


A veces, Madrid se viste de gala para nosotros. Enciende sus luces, de colores; reduce su ruido, y tiñe una alfombra de flores bajo nuestros pies. Entonces, Madrid se vuelve tu casa y yo me vuelvo un poco loca, y quiero besarlo todo y bueno; que eso es bonito.

Entonces, la noche se vuelve como cualquiera de esas noches en las que la vida se reduce a fumar contigo unas horas, a preguntas imposibles. Y la cerveza, corre más rápido que nuestras pupilas entrando en duelo.

Podría contarte entonces que me sé tus pesadillas, y que quiero entrar en tus sueños de la forma más humana que sé: a versos.

La palabra poesía trasciende mucho más que la belleza. Implica. Saber que nos hemos querido siempre. Y mientras tanto estamos en casa, haciendo sumas imposibles a través de las manos, desordenando cada rincón y a cada canción un abrazo.

Le hemos levantado tantas veces la falda a la duda, que seguimos sin tenerlo claro.

Le hemos mostrado el lado más humano de la mente a todas las estrellas de este cielo contaminado. Nos hemos jodido pero bien. Y aquí seguimos.
Hablando del mundo como si le conociéramos, hablando de nosotros y no de ellos, porque para qué.

Estabas en Santa Ana la última vez que te vi como eras para los demás. Y le toqué el culo al miedo; pero no salí corriendo.

Suicidaste tus penas en mi barra de larios, y yo creí que te salvaba cuando era yo quien lo hacía al tirarte del pelo.

Eres más absurdo que un domingo por la tarde. Y esta noche en Madrid, ronronean muchos gatos. Entonces nos vestimos de gala y bueno, seguimos sin entender nada; pero nos seguimos queriendo.

domingo, 14 de octubre de 2012

Ciclos.

Esto de vivir la vida cíclicamente es algo que nunca he entendido.
A estaciones, subidones, por picos o lunas.
La vida en un constante desequilibrio de sensaciones y ganas, discrepancias contigo mismo del por qué ahora, del cómo estaré mañana. Donde. Sin importar tanto el dónde si el con quien es infinito.

A veces creo que me hago mayor demasiado deprisa, con unos ojos que intentan mirarlo todo en lo más absurdo de la ambición. Con unas manos incansables.Y la luna...

Moverse entre tus deudas y desánimos, queriendo perder el control a la mínima de cambio, a la máxima.
Imponerse a la locura interna de cada uno, y a cada cual sus vicios y deseos.
Respetare desde lo más íntimo de la conciencia.

Me he puesto un juicio por cada paso. Yo. Y he aprendido a trompicones a ser sorda de los ajenos. Cuestión de supervivencia.

Escuchar palabras y no mandatos. Eso sí es amor propio.

Me hago mayor mientras intento sobrevolar los límites de mi vida: eximirme de la rutina de pensamientos porque nada se hace real si antes no es imaginado.

Que al final, fuimos creados para diseñarnos en el desorden natural de las cosas, que unas veces a ciclos; y otras a hostias.


lunes, 10 de septiembre de 2012

Mujeres y Septiembres


Si quieres dejamos la nostalgia para otro momento. Le dije. Y acto seguido me besó el ombligo.

Estaba sentado, a su lado, un cenicero lleno de dudas.

Jugar a que somos Septiembre y comienzo. Huída y ausencia. Que viene a ser lo mismo que nosotros y que bueno, siempre se nos ha dado bien.

El caso es jugar a cualquier cosa que tenga que ver con mirarnos.

Y mientras deshago tus nudos de garganta, el maldito gato me observa así como pensando, menuda idiota.

Los días se están haciendo más fríos y a mí me duele todo menos la cabeza. Ironías de dos, qué quieres que te diga, se va pasando el tiempo.

Siempre pensé que estar enamorada era desordenar el cuarto como Matilda. Pero no hago más que malabares de pensamientos que se me caen al suelo, y mira, lo pongo todo perdido.

Quizá sea que eres demasiado joven. Me dijo. Y acto seguido me di media vuelta. Sólo media. Para mirar al perrito que pasaba a mi lado.

Necesito un calendario lunar para saber cuándo podré besarte. Y entre tanto me distraigo mirando por la ventana, a ver si pillo alguna estrella con vida.

Esta mañana me ha dejado una hoja en blanco y un lápiz. Y un post it que pone Septiembre. Y me he ido a comprar caramelos en lugar de pan.  He tenido el desayuno más largo del mundo.

Y ahora me abraza como si tal cosa. Y yo tengo una resaca horrible.

Si quieres dejamos la nostalgia para otro momento. Le dije. Y acto seguido me besó el recuerdo.

martes, 24 de julio de 2012

Por una vida sin paro


Vivir para trabajar, trabajar para vivir y viceversa. Dicen que hay gente que está en paro vital.
Y de repente, te encuentras de frente contigo mismo, sentado. Esperando en cualquier banco para un préstamo del tiempo que invertiste en la bolsa de no vivirte lo suficiente.
Y para entonces no se pagarán extras de excusas ni remordimientos por no haberte trabajado, tu mente y tu discordia que cambiaste por espejos.
Echarle la culpa al mundo siempre ha sido de cobardes.
Juventud.
Trabajarte. La magia de sentir la sensación de estar vivo. Compararte en la belleza del saber hacer de uno mismo. Regalarte, tu tiempo: sólo por cariño.
El esfuerzo del despertador sin ninguna obligación aparte de ti.
El ascenso, mental. El compromiso, propio. La jornada de asumirte, completa: con todas tus limitaciones y sueños.
Porque siempre hay oportunidad de volver a firmarte el contrato que una vez te otorgó el nombre. Y eso sí es una buena oferta: Sin personas a tu cargo y tu eterno responsable.
Ser el jefe de tu vida. Ser a secas, pero ser.
No te quedes en paro, no pares de vivirte a trago.

jueves, 5 de julio de 2012

Algo deben de tener los bares


Algo deben de tener los bares, porque se abren con la luna. Porque levantan sonrisas y la sed de los besos, muecas, miradas altivas, celos y versos.
Algo deben de tener que a veces, gobiernan en barras de Larios, que huelen a baile y a risa, que embriagan a aquel que los pisa, algo deben de tener los bares.
Algo deben de tener los bares, que parecen templos de historias, con dibujos desanimados que en la noche se despliegan; para contar sus historias, para exhibir sus princesas.
Algo deben de tener porque ellos, nos dan el sabor de boca que salva de la rutina, la saliva entumecida, susurros que arreglan mundos, lágrimas de plastilina.
Algo deben de tener los bares, que se fuman los recuerdos, que a la vez son la nostalgia de personajes de cuento. Algo deben de tener los bares, algo, pero yo no me acuerdo.
Algo deben de tener de magia, por sus luces y por sus fuegos. Algo deben de tener de encanto si son refugio de cuerpos.
Algo deben de tener los bares, y sus descuentos vitales; algo deben de tener de selva porque nos vuelve animales. Algo deben de tener los bares.
Algo deben de tener que siempre, les está rondando mi sombra: algo deben de tener los bares, porque se abren con la luna.

Sucios


Creo que están todas desperdigadas, mis cosas, digo; por los suelos de tu vida.
Mis cosas. No voy a intentar ordenarlas. Le encuentro cierta belleza al caos propio, y a eso de rebuscar entre lo inservible hasta que apareces.
A veces estamos sucios de tanto arrastrarnos. Si. A veces estamos sucios.
Mirando por la ventana tampoco se nota tanto mi amor, tampoco se nota tanto; que hoy parece que en cada pestaña hay una mentira clavada. Y eso es sucio, mi amor, muy sucio.
Y tus cosas.
Tus cosas relucen y me deslumbran, porque no las entiendo y porque eso me gusta. Porque son como las zapatillas viejas que siempre quiere tirarte mamá; pero son tus preferidas. Y no sabes por qué, solo que te gustan y te pasarías la vida caminando con ellas, por muy sucias que estén. Pues eso, contigo. Que tú ya me entiendes si te digo a qué quiero que huela mi habitación.
Eres como esas mentiras que me quiero creer y me creo.
Eres como todas mis cosas desperdigadas por el suelo de tu habitación: todo lo que tengo.

lunes, 11 de junio de 2012

Bar estacional

Las terrazas se adornan de verano, y las calles son una gran bolsa de caramelos con sabores divertidos.
Hace calor, y no es que dude de la eficiencia de los libros de auto-ayuda, pero prefiero los bares para eso de superarme y tus guerras de cerveza. En fin, eso de disfrutar del verano como si fuera la última vez que nos vemos o la primera que nos amamos. Es decir, suavecito y con pasión: dejar atrás los inviernos y cualquier sentimiento frío, a la mierda. Seguir contando primaveras el uno al lado del otro, y viceversa, que también cuenta. Prepararnos los bolis de otoño para escribir sobre sus hojas historias de nuestra historia (que es la mejor de todas las que te has inventado) hasta que se vuelvan partituras de bonito y todo retorne a la música, que es del único lugar de donde no debíamos de haber salido. Así que bailemos. Y sigamos tomando cerveza en cualquier bar estacional que te apetezca porque mira sí, este bar tiene encanto así con esa velita que te ilumina la cara. Tal vez, no sé...este verano podamos ayudarnos.

jueves, 7 de junio de 2012

Luna de Junio

Hay algo de romance en la luna de Junio y unos cuantos cigarros en el cenicero de la duda.
Una ventana cerrada por vacaciones, una bici y un puñado de cadenas.
El calor asfixia el vuelo de mi falda y unas frases inconclusas precipitan al vacío mi conciencia mientras las palomas se ruborizan y los mendigos piden vicios.
Me ovillo como gato sin saber ronronear, y los tejados me parecen demasiado altos y endebles.
Juego a que soy un buen perro mientras los botellines corren, y de bar en bar la música se hace más tenue: el calor sigue subiendo y la tensión de vivir baja unos cuantos grados en la escala de tu escalera: rutina incesante de recuerdos y futuros. Y los gatos. Los gatos se ponen negros al romance de la luna.

martes, 5 de junio de 2012

Saber leer

Romper el silencio y cortarnos con sus cristales. A veces me parece que eres sangre musical.
Nos hemos leído a medias del contrato la letra grande: "No seré propiedad de nadie", y ya ves; simétricamente tú, simétricamente yo...no te mires al espejo, lo firmamos de cualquier forma. Así nos seguimos amando unos cuantos ratos más, y de la cuenta no digas nada, que nos vamos a ir sin pagar (las consecuencias y varias veces), contigo, varias veces.
Y qué más da la letra pequeña, si ya nos hemos leído bastante: los lunares de la espalda y los collares de la nuca y los nudos de garganta. ¿Sabes?...¿o no sabes?

lunes, 14 de mayo de 2012

Re-bajas y luego re-naces


Hay una estrella inconsciente que alumbra a ciegas un cielo contaminado. Mientras unos duermen, otros alumbran el cielo de sol con sus cigarros. Caminas kilómetros avanzando centímetros, y eso da rabia, mucha rabia. Pero te da igual, porque hay que intentarlo, todo.
Las ideas fluyen en bocas ajenas, y tú te pierdes en los ríos y a veces, te arrastran las corrientes. Y sientes frío, y un millón de pececitos te dicen que ellos querrían pisar tierra…y que tu puedes, y no lo haces. Quizá fuera haga más frío.
Lo fácil son muchas cosas distintas a ser tú mismo. Lo fácil es decir vale y un disfraz en cada acera, una careta de alfombra, una sombra de peter pan que no quieres, pero al menos, sigues atado.

jueves, 3 de mayo de 2012

Seguir cantando


Tienes la voz ronca.
Y esa afonía feliz de maldita nostalgia que nos grita en la garganta cuando el tiempo pasa rápido sonriendo.
Tienes latido, tienes verso.
Tienes la magia de los que cantan a deshora.
Tienes la lluvia quemándote el rostro, tienes las manos mojadas de mí.
Tienes la risa en la piel, los labios de miel, el humo en la boca.
Tienes un rato para la vida, tienes un rato de vida.
Tienes los ojos llenos de deudas, y todas las dudas de quien mira el mar.
Tienes las manos hechas a la medida de los sueños.
Y los sueños se ríen de tu voz ronca…
Y tú tienes que seguir cantando.

martes, 3 de abril de 2012

Corten Cristales


Puede que realmente me falten las palabras para escribir mi próximo paseo.

Puede que mire por la ventana, y vea lo mismo de siempre. Coches y más coches, paseantes, niños agarrados a la mano de su padre, parejas de la mano, manos solitarias.

Tener vocación de rutina es una enfermedad que no aparece en los manuales.

Pruebo a parpadear para humedecer los cristales de mis ojos.

Y entonces veo árboles que caminan a toda prisa, vestidos con pajaritos y algún que otro adorno floral. Edificios resultones que maquillan para mi vista sus paredes.
Me pregunto cuánto de sensible puede volverse uno cuando se habla a sí mismo. Cuánto de solo.
La realidad se me antoja un montaje en los cristales de este autobús, y yo sueño con los ojos abiertos porque hace tiempo alguien me dijo que apartar la mirada es cosa de cobardes y marionetas.

Yo estoy sentada y me dejo llevar en el abrazo del asiento, y en el abrazo de la señora de enfrente, que mira con la dulzura de una madre. Todo se me vuelve un eterno deja-vú, de cuando aún no eres  ni medio proyecto de persona, y permaneces tranquilo porque no hace falta moverse para conseguir nada.

Pero ahora no, ahora busco algo que moje mis papeles, que me los haga perder; y no son lágrimas.
Quizá sea esa fuente, en medio de hierba y asfalto, que derrocha agua a borbotones.
Solo son torpes intentos de calar a las personas secas de vida, tal vez como tú, tal vez como yo.
Será que la vida no es más que este vacío en el estómago, que se va haciendo grande por cada silencio que me callo; pero que quieres que te diga, tampoco procuro entenderlo

Todos saben que el agua caerá de nuevo, volverá a sus tubitos, y brotará una vez más.
La diferencia es que se hace de noche, y se vuelve multicolor. Quizá se pone guapa para salir de fiesta, pero a mí sigue sin mojarme.

Así que ahora me puedo bañar los ojos en mil fantasías cromáticas, y bailar de contento en este nuevo paisaje nocturno.
O puedo apretar el botón; y levantarme de una vez y por todas, para comenzar a dejar de ver la vida tras el cristal de otros, esta vez sin miedo a ahogarme.


Parada solicitada (y tanto que lo es).

Ya es primavera


Rebecca Dautremer


Despierta, y ya es primavera.

Huele a café recién hecho, y el aroma impregna las paredes de mi cuarto pintadas de tímidos rayitos de sol y la nostalgia de la luna.
Me quedo mirando la taza, un rato, lo justo; y sonrío. Mi cara también es primavera.
Mi hermano deambula cómo de sábado por la cocina, y yo, frente al café, como de resaca de un otoño que hubiera acabado la noche anterior.
Me muevo entre la espuma de las olas que se forman con la leche muy caliente, sacando la cabeza a veces para respirar, para no ahogarme.
Y me acuerdo, joder, claro que me acuerdo de los cuentos, y de las canciones, y de los bailes en la terraza a las 5 de la tarde como si fueran de la mañana. Vestía de sonrisa de verano, calzaba cervecita en mano, y la mente volaba, volaba a través de los ojos achinados.
Pero ya no, porque escucha, despierta, que ya es primavera.
Que ahora no me da por aguantar la respiración con Sabina, ni por cerrar los ojos con Chaouen, ni por sonreír dándole vueltas a los buenos ratos.
Que ahora los despertares saben a chupitos de absenta y mezcla de piruleta, y qué mareo pensar en el futuro. Y al final, solo es cuestión terminarme el café, porque ¿sabes? 

Ya es primavera…

Luz de flexo


A la luz del flexo los asuntos pendientes desprenden motas de pereza y cansancio.

El ordenador encendido, un bloc de dibujo, miles de papeles y dos velas: solo tengo que abrir la ventana y echar a volar. Me pondré de casco un cuaderno con una goma dada de si; o mejor no me pongo casco; y en las manos un par de folios, y de alas mi imaginación.

La luna me verá aterrizar sobre los portales de la ilusión cuando la noche sea más oscura, a la hora exacta de los gatos negros, a la hora de los atrevimientos.

Me quitaré mi atuendo y te invitaré a una copa, de esas que te hacen volar, en uno de esos bares en los que el rock suena de fondo hasta reventarte el fondo del pecho, en uno de esos días en los que desees comenzar de nuevo. Porque todos tenemos alas, ¿lo sabías? Y a la luz de mi flexo no me queda más que imaginar el día en que los asuntos pendientes no me agarren ni me den alergia, no me cierren la ventana.

(una de esas que tú sabes abrir). 

Horas de tiempo frío


6 horas de sueño en la cama y 19 de sueño en la calle.
Vivo con la hora pegada al culo aunque nunca llevo reloj en la muñeca.
Qué desperdicio las vidas que pierden el tiempo y joder que frío hace en mi casa desde que ya no estás en mi vida.
Me acuesto tiritando todas las noches, aunque me tome cafés calentitos antes de dormir.
Y últimamente me está empezando a caer mal la almohada.
Hay un montón de perros ladrando en mi cabeza, quizá esté de resaca porque no me acuerdo de haber bebido y estoy pensando demasiadas tonterías para ser tan temprano.
Intento leer páginas en blanco, para entender en qué jodido momento decidí dejar de escribir la historia de nuestras vidas. Y siempre el entendimiento es la persiana que se baja cuando pega más el sol.
Son las 21:18 y debería estar estudiando. Debería haber hecho muchas cosas hoy, pero hace demasiado frío es la excusa perfecta (y la más idiota que se me ocurre).
“Mañana, tal vez mañana” es cuando diría todas esas cosas, y me hago la valiente temblándome las piernas, por eso aún no lo he dicho. Porque no me gusta temblar si no es por frío o es cuando tengo un orgasmo.
Acabo de posar mis inquietudes en mi vaso de café, para bebérmelas a cada minuto.
Paso de pedir explicaciones al escaparate que ayer anunciaba que por la mañana habría un alma en oferta de edición limitada y un corazón en rebajas. Paso.
Tengo nervios de tranquilidad y una mirada al frente, dispuesta a coger las armas como vuelvas a robarme el sueño.

lunes, 2 de abril de 2012

Personas con ver(s)bo


Rodearse de los brazos de aquellos que miran simple,
reflejarse en los ojos sin prejuicios,
bailar con sinvergüenzas que se sonrojan,
hablar con los que sueñan libre.

Estremecerse con los que sienten a deshora,
abrazarse a los risa 24-horas,
admirar a los que buscan siempre,
quedarse con los inquietos de mente.

Besar a los que siguen siendo niños,
jugar con los apasionados.

Beber con los que disfrutan de todo,
luchar con los que no se conforman.

Aprender con los que le quitan hierro,
recordar con los de humor tierno,
dormir con quien te quita el sueño,
pensar con el que mira lejos.

Aferrarse a quien asume que no sabe,
volar con los valientes,
sentir con los que miran a los ojos,
sonreír con los más curiosos.

Y al final vivir con ellos,
con las personas ver(s)bo.

Des-vívete


Ven, acércate, empieza a girar.
Más deprisa, vuélvete loco.
Empáchate de vida hasta que tengas de vomitar la muerte por amor.
¿Lo ves? Todo es un ciclo.
Piénsala demasiado.
Y en lugar de cuchillos, clava tus uñas en su espalda.
Desgárrala.
Mírala a los ojos hasta que se prendan.
Desnúdala lento.
Abrázala hasta desgastarla.
Tócala tanto que te duelan las manos.
Cuídala, protégela. No dejes que nadie te la quite.
Sigue girando. Gira con ella.
Muérdela hasta cansarte la boca.
Agótala.
Sonríela cada día, a todas horas.
Ámala con todas tus fuerzas.
Y ahora para. Habrá un día en que pararás.

Así que, cuando seas capaz de hacer esto con tu vida, llámame.

Gatos nevados



El invierno ha acabado por vencer el calor de mis manos. Ha coloreado mi nariz de rojo y mis mejillas, más que nunca si pienso en tu pelo.
Decías que no te gustaba la navidad porque odiabas las mentiras. Que por lo único que te gustaba es porque yo me ponía gorrito. Ya no me enfadaría si me lo vuelves a decir aunque suene triste.
Hace unos años jugábamos con la nieve, y entonces, recuerdo que si te gustaba. Cuando mirábamos las luciérnagas de las calles y me pedías silencio para no asustarlas. Cuando inventabas villancicos obscenos que me hacían reír a carcajadas. Éramos capaces de subir la temperatura a cualquier estación.
Y ahora el invierno, solo es invierno frío que nos hiela por separado las pisadas sin rastro de nieve.
Tu eras el hombre gato, y yo, la mujer poesía. Y sólo desde tu balcón se veían las estrellas de Madrid, y el paraíso adquiría mil formas, y tu sonrisa era la luna de Alicia.
Habrás pisado supongo muchos tejados desde entonces, y en más de uno te habrás resbalado, que nos conocemos. Lo que no sé es si seguirás ronroneando fuera de mis garabatos.
Si cierro los ojos, aún te puedo ver con tu cigarro y pose de chulo, esperando en mi portal, con una bola de árbol de navidad escondida en tu chupa negra, “hace un frío que te cagas, si me das calor te doy un regalo”, y luego me abrazabas.
Tengo tantas deudas con tus brazos como tú con mis lágrimas; y una se me acaba de congelar una mientras termino mi carta a los reyes: este año quiero un nuevo gato, para arañarle; para que me vuelva a gustar la navidad y pueda decorar un nuevo árbol. El mío tiene las bolas descoloridas del frío y acabo de entender, que no me apetece volver a pintarlas.

Zalamero


Corretea por mis venas en la dirección que te plazca; siempre he sabido que eres de verso fácil, zalamero.
Eres deseo latente y un tachón de tinta china en los labios de mucha gente.
Amor barato, pero amor; quién coño fija los precios y las horas de trabajo que tengo que hacer para sellar tu boca.
Me miras, como acaparando la imagen que me queda, rastrojo, como si fuera una chica decente y tú el corazón más limpio.
Que la belleza, sabes, se vuelve trozos de papel alto gramaje guardado en un álbum de fotos. Así que no te preocupes tanto por los ojos que te rodean, que yo todavía te miro con hambre.
Y me hablas tú de libertad, pájaro, zalamero con alas de vidrio; que eso está en la cabeza, ¿comprendes?
Pero si quieres romper la jaula, lo primero va a ser gritar: te propongo un pacto de gemidos, que yo estoy llena de ruido, y tú desafinado. Podemos llenarnos de rock los sentidos hasta el día que me sangren los oídos y tengas que conformarte con una foto que huela a sudores y a intimidad, mientras escuchas música de moda.
Siempre he sabido que eres de verso fácil, zalamero, y no estoy segura de que sepas volar.

Nunca, Sara


Nunca he sido del tipo de personas que cuando llega a la parada el autobús está esperando. Estoy acostumbrada a las puertas en la cara y me intuyo algo propensa a equivocarme de dirección.

Tampoco he sido nunca de las que se le va la fuerza por la boca si no es cantando; a mí se me va por folios, en melodramas silenciosos y noches nerviosas de insomnio.

Nunca he sido de las que llegan a un examen con “de pé a pá” y se dejan mascar en el orgullo de sus éxitos. Soy más bien actriz de improviso y eterna concesión del beneficio de la duda.

Pero tampoco he sido nunca de los que se quedan en casa los días de lluvia por no mojarse. No acostumbro a llevar paraguas cuando lloro.

No soy además de las de doble o nada. Más bien mitad y vale, y quédate con las vueltas que no voy a hacer preguntas ni me lo voy a pensar dos veces.

Y tampoco soy de ducharme templadito antes de entrar en la piscina, ni de meterme poco a poco. Paso de alargar el sufrimiento aunque me provoque un corte de digestión.

Nunca soy, y nunca he sido muchas cosas, que no se a ciencia cierta si algún día seré. Pero siempre he tenido (y nunca lo he dudado) espaldas arqueadas bajo mis brazos que me han hecho no ser lo que nunca he querido, y que han apostado por mis nuncas, aunque nunca me lo hayan dicho.

Asuntos felices a los veintipocos


El exceso de sueños, la falta de preocupación,
la mujer que huele elegante en las escaleras del metro, las mañanas felices durmiendo.
Encontrar un euro en el bolsillo, las conversaciones que ven amanecer,
la cata de cuerpos, los buenos poemas, 
los guiños que ruborizan, la presión de ser joven.
El perrito del parque, los bailes de borrachera, 
las uñas azules, las noches en vela; leyendo.

El olvido del tiempo, las palabras inventadas, 
la ignorancia de la prisa, la paz de un café.
Hacerlo con ganas, las ganas de todo,
semáforo verde y caminos a pie.

Los chupitos de alegría, los viajes precarios,
las risas a deshora, los besos de mamá.
Los planes de repente, la belleza en el espejo,
las cosas que están lejos y se quieren alcanzar.

La inquietud.

El exceso de sueños, la falta de preocupación...y la mujer que huele elegante en las escaleras del metro.