Vivir para trabajar, trabajar para vivir y viceversa. Dicen que hay gente que está en paro vital.
Y de repente, te encuentras de frente contigo mismo, sentado. Esperando en cualquier banco para un préstamo del tiempo que invertiste en la bolsa de no vivirte lo suficiente.
Y para entonces no se pagarán extras de excusas ni remordimientos por no haberte trabajado, tu mente y tu discordia que cambiaste por espejos.
Echarle la culpa al mundo siempre ha sido de cobardes.
Juventud.
Trabajarte. La magia de sentir la sensación de estar vivo. Compararte en la belleza del saber hacer de uno mismo. Regalarte, tu tiempo: sólo por cariño.
El esfuerzo del despertador sin ninguna obligación aparte de ti.
El ascenso, mental. El compromiso, propio. La jornada de asumirte, completa: con todas tus limitaciones y sueños.
Porque siempre hay oportunidad de volver a firmarte el contrato que una vez te otorgó el nombre. Y eso sí es una buena oferta: Sin personas a tu cargo y tu eterno responsable.
Ser el jefe de tu vida. Ser a secas, pero ser.
No te quedes en paro, no pares de vivirte a trago.
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