A veces, Madrid se viste de gala para nosotros. Enciende sus luces, de colores; reduce su ruido, y tiñe una alfombra de flores bajo nuestros pies. Entonces, Madrid se vuelve tu casa y yo me vuelvo un poco loca, y quiero besarlo todo y bueno; que eso es bonito.
Entonces, la noche se vuelve como cualquiera de esas noches en las que la vida se reduce a fumar contigo unas horas, a preguntas imposibles. Y la cerveza, corre más rápido que nuestras pupilas entrando en duelo.
Podría contarte entonces que me sé tus pesadillas, y que quiero entrar en tus sueños de la forma más humana que sé: a versos.
La palabra poesía trasciende mucho más que la belleza. Implica. Saber que nos hemos querido siempre. Y mientras tanto estamos en casa, haciendo sumas imposibles a través de las manos, desordenando cada rincón y a cada canción un abrazo.
Le hemos levantado tantas veces la falda a la duda, que seguimos sin tenerlo claro.
Le hemos mostrado el lado más humano de la mente a todas las estrellas de este cielo contaminado. Nos hemos jodido pero bien. Y aquí seguimos.
Hablando del mundo como si le conociéramos, hablando de nosotros y no de ellos, porque para qué.
Estabas en Santa Ana la última vez que te vi como eras para los demás. Y le toqué el culo al miedo; pero no salí corriendo.
Suicidaste tus penas en mi barra de larios, y yo creí que te salvaba cuando era yo quien lo hacía al tirarte del pelo.
Eres más absurdo que un domingo por la tarde. Y esta noche en Madrid, ronronean muchos gatos. Entonces nos vestimos de gala y bueno, seguimos sin entender nada; pero nos seguimos queriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario