martes, 27 de noviembre de 2012

Hay en noches como esta


En noches como esta hay una luna con manía persecutoria.

Mendigos durmiendo en la plaza de Ópera. Chicas dejando huella en sus copas, y haciendo cola en la entrada del baño. Chicos fumando en la puerta y gatos en los tejados.

Hay canales que venden mentiras, señoras preguntando el futuro. Mercados de soledad, marcas de pubertad, consecuencias.

Hay almas buscando regazo, perdiendo dinero al póker, niñas que se suben las bragas, perros ladrando.

Hay besos en los portales, miradas a punto nieve, cenicientas muy pasadas y novelas  de Bukownsky.

Hay Principitos canallas, pastillas para dormir, pérdidas de inocencia.

Hay  palabras en la sala de espera.

Hay trenes que salen, mentes que explotan; hay política en los labios con alguna palabrota.

Hay parejas en la cama, que se llenan de versos. Callejones oscuros, madres en vela, niños soñando. Sombras, tabaco.


Yo fumo en la ventana y todos,

esperan un amanecer nuevo.

Qué Madrid más absurdo.


A veces, Madrid se viste de gala para nosotros. Enciende sus luces, de colores; reduce su ruido, y tiñe una alfombra de flores bajo nuestros pies. Entonces, Madrid se vuelve tu casa y yo me vuelvo un poco loca, y quiero besarlo todo y bueno; que eso es bonito.

Entonces, la noche se vuelve como cualquiera de esas noches en las que la vida se reduce a fumar contigo unas horas, a preguntas imposibles. Y la cerveza, corre más rápido que nuestras pupilas entrando en duelo.

Podría contarte entonces que me sé tus pesadillas, y que quiero entrar en tus sueños de la forma más humana que sé: a versos.

La palabra poesía trasciende mucho más que la belleza. Implica. Saber que nos hemos querido siempre. Y mientras tanto estamos en casa, haciendo sumas imposibles a través de las manos, desordenando cada rincón y a cada canción un abrazo.

Le hemos levantado tantas veces la falda a la duda, que seguimos sin tenerlo claro.

Le hemos mostrado el lado más humano de la mente a todas las estrellas de este cielo contaminado. Nos hemos jodido pero bien. Y aquí seguimos.
Hablando del mundo como si le conociéramos, hablando de nosotros y no de ellos, porque para qué.

Estabas en Santa Ana la última vez que te vi como eras para los demás. Y le toqué el culo al miedo; pero no salí corriendo.

Suicidaste tus penas en mi barra de larios, y yo creí que te salvaba cuando era yo quien lo hacía al tirarte del pelo.

Eres más absurdo que un domingo por la tarde. Y esta noche en Madrid, ronronean muchos gatos. Entonces nos vestimos de gala y bueno, seguimos sin entender nada; pero nos seguimos queriendo.