Si quieres dejamos la nostalgia para otro momento. Le dije. Y acto seguido me besó el ombligo.
Estaba sentado, a su lado, un cenicero lleno de dudas.
Jugar a que somos Septiembre y comienzo. Huída y ausencia. Que viene a ser lo mismo que nosotros y que bueno, siempre se nos ha dado bien.
El caso es jugar a cualquier cosa que tenga que ver con mirarnos.
Y mientras deshago tus nudos de garganta, el maldito gato me observa así como pensando, menuda idiota.
Los días se están haciendo más fríos y a mí me duele todo menos la cabeza. Ironías de dos, qué quieres que te diga, se va pasando el tiempo.
Siempre pensé que estar enamorada era desordenar el cuarto como Matilda. Pero no hago más que malabares de pensamientos que se me caen al suelo, y mira, lo pongo todo perdido.
Quizá sea que eres demasiado joven. Me dijo. Y acto seguido me di media vuelta. Sólo media. Para mirar al perrito que pasaba a mi lado.
Necesito un calendario lunar para saber cuándo podré besarte. Y entre tanto me distraigo mirando por la ventana, a ver si pillo alguna estrella con vida.
Esta mañana me ha dejado una hoja en blanco y un lápiz. Y un post it que pone Septiembre. Y me he ido a comprar caramelos en lugar de pan. He tenido el desayuno más largo del mundo.
Y ahora me abraza como si tal cosa. Y yo tengo una resaca horrible.
Si quieres dejamos la nostalgia para otro momento. Le dije. Y acto seguido me besó el recuerdo.